Pages

viernes, abril 28, 2006

Animándome a ser infantil e inconexa

Mi espíritu oscilaba entre luces y sombras y no lograba decidirse a que ráfaga del vaivén iba a asirse. Afortunadamente, hacia la tarde, un sueño azulado apareció bailando entre las copiosas gotas de lluvia, sonriendo y cantando como siempre. Hacía mucho que no lo veía, casi no recordaba su rostro. Sus cabellos plateados, su gentil y melodiosa voz, su espíritu libre y su grácil figura envuelta en aura de bella inocencia. Y me pregunté que extraño sortilegio le traía, ahora, hasta mí. Llegó a mi lado riendo, con un sonido cristalino y jovial, y mirándome a lo ojos me dijo: "Nárëluin tonta y distraída, ¿por qué lloras? ¿Acaso tanto tiempo has pasado en ese disfraz mortal que olvidaste que los intangibles no entendemos de límites o distancias? Ven, toma mi mano y aprende otra vez"… Me sentí arrastrada por su fuerza de los vientos y antes de que pudiera darme cuenta, estábamos flotando muy lejos de las calles y edificios. Y así volamos un rato; riendo, recordando viejos tiempos, hasta que llegué a mi amada tierra esmeralda y él partió envuelto en un murmullo de fuentes y cascadas. Y pasé la tarde entera surcando caminos antiguos, campos, mar y aire, acompañada por suaves melodías que alegremente entonaba mi voz. A la noche volví a mi refugio, entre las luces y estridencias porteñas, con una paz infinita y una sonrisa reluciente…
A veces me olvido simplemente que el consuelo del alma puede encontrarse en muchos lados, de muchas formas. Que sólo basta desear para lograr, soñar para reír, tener esperanza para continuar…

Me regalé un momento para elucubrar sobre los sentimientos, para trasponer esa puerta que invita al debate sobre un tema profundo e intrincado y quizá interminable. La esencia de los sentimientos opuestos que no deja de ser la misma. Considero que un sentimiento nace en un equilibrio, el perfecto 50 y 50 de todo su poder y existencia. Ese sentimiento cae en un humano y el equilibrio se pierde por completo y su porcentaje comienza a variar, 70 y 30, 65 y 35, 90 y 10. Y en esa variación es que el amor se convierte en odio, la verdad en mentira, la confianza en recelo, la esperanza en desazón, la alegría en tristeza, la expectativa en nostalgia… Por eso, creo, que todo sentimiento negativo, es un buen sentimiento mal llevado, incrementado a tal extremo que no hace otra cosa que daño. Todo exceso es negativo y por eso siempre trato de recordar: hay que aprender a polarizar. Aunque sé que no basta con sólo tenerlo en cuenta, porque no siempre se puede portar la osadía y coraje que te cubren cada vez que uno decide tirar una moneda. Sé que en algún momento aparecerán juguetonas tras un recodo del camino, y con la total irresponsabilidad de un niño, feliz en mi capricho, volveré ventilar este cuerpo adormecido. Tal vez sólo lograr encender esa llama combativa en el interior. Esa llama consume muchas cosas, así como crea maravillas; es combustible, alimento y futuro. Si uno sabe darle un buen uso quizás revista sus días de otros colores nuevos.
Tal vez una de esta noches, mientras practique el juego que mi sueño me recordó, me pase del otro lado de la ventana y cuelgue guirnaldas de juncos, organice una orquesta de ruiseñores o pinte estrellas en el techo con la savia del Telperion, y en un soplido llene mi recinto de brisas frescas y aroma de delicadas flores para que sepan arrullar mi descanso en un sopor dulce y conciliador

Soy una eterna buscadora de señales. Me pierdo en simbologías, la tierna cavilación del "por qué"; mirar las patentes de los autos, una pluma que distraída aterrizó sobre mi hombro, un boleto de colectivo… Desde detalles hasta grandes manifestaciones que no pueden ignorarse. Soy una persona que cree que todo lo que sucede, sucede por una razón. Es tan perfecto el mundo que no creo que su arquitecto haya dejado nada fuera de sus planos o designios y la vida misma tiene sus maneras de guiar los pasos de quienes ansiosos y expectantes caminamos. Y mientras pienso en esto, recuerdo una de esas señales que recibí un día, que me hizo estallar en carcajadas. A la mañana había llovido, y mientras viajaba en colectivo una lágrima se resistía en el rabillo de mi ojo. Estaba oscura y la pena era profunda por una costumbre de ensombrecerme por pequeñas cosas que solían atormentar mi personalidad. El miedo se había adueñado de mi esencia y había tomado la decisión de no dar un paso más en la vida. Una parte de mí, por supuesto, se había opuesto a esta determinación. Enojada y desafiante, mientras bajaba del vehículo, manifesté que si realmente era errónea mi actitud de rendición, algo me lo hiciera notar. La lluvia ya no caía, pero a los 10 pasos, al pasar bajo un balcón, una ola contundente de agua cayó sobre mí, mojándome de pies a cabeza como si de un baldazo dirigido se tratase. Y mientras escurría mi pelo y mi ropa, no pude sino reírme y olvidar todos esos planteamientos oscuros que habían revoloteado en mi interior. Y tantas cosas así suceden por día. Algunas más, otras menos, pero no pueden dejar de notarse, y yo no puedo dejar de tenerlas en cuenta. Por eso siempre sostengo que la vida es mágica a su manera. No se podrán lanzar hechizos ni obrar maravillas con las mezclas de diversas especies como veo en los libros de fantasía que tanto me gustan, pero se puede ser sensible y sensitivo, y estar abierto a las pequeñas sorpresas que hagan algo asombroso de lo común.
Aunque claro, la parte lógica de mi cerebro no deja de indicarme: ¿No serán esas “señales” recibidas sólo sugestión y el increíble poder de tu esencia que da forma a tus antojos? A veces me enfrasco en un debate interno, pero en días como hoy, me basta con responderme “¿Qué importa? Si me regalan una sonrisa…”