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miércoles, mayo 24, 2006

Promesas

Curiosa cosa el lenguaje; supone un medio de comunicación entre las personas, pero no son las palabras las que realmente dicen algo, sino la significancia que cada uno les otorga. Cada persona habla desde su percepción y realidad, y a veces es tan frustrante la cantidad de vueltas que hay que darle a la palabra para que el otro interprete verdaderamente lo que uno quiso decir... Así también, muchas veces, se habla a la ligera, permitiendo que en el otro se gesten relevancias ignoradas por el emisor. Hay muchas promesas que se hacen levemente, casi al pasar, sin reparar en el efecto de la primera palabra emitida: "prometo".
Se puede pensar que un "prometo pasar a tomar mate uno de estos días", y no hacerlo por meses, no es una verdadera falta. A fin de cuentas, uno tuvo mil cosas que hacer y la promesa no era tan relevante, no? Eso es lo que uno a veces piensa, pero se olvida de pensar desde el lugar del otro. Para nuestro interlocutor, ese "tomar mate uno de estos días", era igual de irrelevante? Y, en el caso de que fuera realmente importante para él, ¿cuánto valor le otorga a la palabra "prometo"?. Podía ser relevante el hecho pero tomarse una promesa como un simple decir, o descreer completamente de la palabra y sentirse defraudado desde la manifestación de la oración, o quizás creer que ese "prometo" era un hecho previamente asegurado, y sentirse totalmente defraudado después... ¿Cuántas ideas o emociones pueden gestarse al recibir sólo una palabra? Toda la experiencia vivida, las memorias guardadas, las lágrimas y las expectativas pueden subirse al carro de la promesa, convirtiendo a una simple palabra en un mundo entero de hechos y consecuencias.
En mi caso, la palabra pesa, cada una de ellas, desde "mesa" hasta "amor". No puedo aceptar que se le diga "mesa" a una cama, ni que se le diga "amor" a un simple deslumbramiento. No puedo emitir un "te quiero" si mi sentimiento es afectuoso pero no está dispuesto a muchos sacrificios, ni puedo creer en los "te quiero" emitidos con demasiada facilidad o rapidez. Soy extremista en la mayor parte de los aspectos de mi vida, y el lenguaje no constituye una excepción, cada palabra tiene su significado, y cada significado implica un tren de cosas asociadas. Así, el valor que le doy a esa palabrita denominada "prometer", es aquel del decreto y el compromiso, del esfuerzo y voluntad. Tengo una esperanza dispuesta, a pesar de los golpes que se ha llevado, y se sube sin dilación a la aventura cuando existe una promesa de por medio. No es que todas las promesas escuchadas se hayan cumplido, de hecho, creo que puedo contar las cumplidas con los dedos de una sola mano, pero no puedo separar a la palabra de su significado, no puedo condenarla por un mal uso de labio en labio. No puedo descreer de una promesa, aunque sí puedo, por supuesto, advertirle al emisor lo que su afirmación implica en mí.
"No más promesas" fue lo que manifesté hace poco. "Las promesas me destruyen, no emitas una palabra que no podés honrar" continuó mi advertencia, que poco a poco, flaqueaba con la insistencia... Tenía un contenedor lleno de de promesas rotas, la misma promesa rota mil veces en realidad, y hacía rato que había puesto el candado. Sin embargo, la tenacidad y empeño con que se manifestaba el "prometo" a pesar de mis repetidas advertencias, logró un poder imposible de ignorar. Un poder que la palabra fue adquiriendo a medida que en mis entrañas comenzaba a aumentar la llama de mi esperanza; que no solo se había subido al auto hacía rato, sino que además había logrado varios aliados que engrosaran su presencia. No pude hacer otra cosa que ceder ante mi utópico interior, donde los negligentes y ciegos sentimientos estaban descorchando champagne. Acepté el "prometo", lo digerí, creí y catalogué a sus atribuciones magníficas. Como un imán atrajo, casi inmediatamente, un montón de recuerdos, sentimientos, deseos y expectativas, y es ahora un monumento esplendoroso que se alza en el centro de mis designios. Un monumento que, de caer, aplastará muchas cosas que se mueven a su sombra, pero que ni la mente ahora puede desmontar. Una promesa es una promesa, y significa un hecho, un decreto, un edicto, una sentencia, una realidad. Significa esperanza, posibilidad, resolución, novedad y perspectivas. Significa el brillo de una figura infantil antes opaca, que comenzó a encender antorchas en los pasadizos de roca negra y pestilente, revelando pasillos de mármol cincelado. Significa la sonrisa de una proyección fantasmal que gobierna en mi alma, y esa sonrisa es una luz que ni mi fría lógica se atreve a modificar, aunque por sus perfectos y estructurados circuitos se desplace el miedo de un nefasto y conocido final.