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miércoles, diciembre 06, 2006

El tiempo es indirectamente proporcional... o no?

Tiempo, tiempo, tiempo. A todos les falta o les sobra, pero nadie lo tiene a medida. Es un problema de organización, te dicen, y normalmente te lo crees, especialmente esos días tremendos que estas a mil y haces un trillón de cosas y terminás completamente enchufado a 220, pasando la aspiradora a tu casa a las 2AM. Sensorialmente, fue el día más corto de tu vida, pero fue en el que hiciste más cosas... Sin embargo, cuando uno mendiga tiempo, no piensa precisamente en dead lines y obligaciones.
Hoy me llamó mi mamá, para contarme cómo disfrutaba de su recién adquirida libertad, sentadita en una mesita de un bar, disfrutando (y no deglutiendo) un café. Nuestra charla derivó hacia mis aspiraciones y limitaciones en ese mundo que tanto me fascina: la escritura. Ella mencionó una nota de Stephen King que había salido en el diario, y cómo relataba el autor su exploración literaria sobre cosas mundanas. Y como una revelación me manifestó "Es fácil, yo ahora miro a toda esta gente que entra y sale y se me ocurren un montón de cosas". Claro, le respondí, porque no tenés otra cosa que hacer. Cuando yo me voy a un bar, yo soy la que entra y sale, no la que se sienta a observar. Y cuando me siento, no puedo pensar en otra cosa que no sea los mails pendientes, la cantidad de gente que hay que presionar para que te responda en el laburo, que hay que llevar la ropa al lavadero, que la comida del gato, que las cuentas que no dan, que el libro que no podés retomar nunca, etc, etc, etc... Seguro, el tiempo alcanza para todas las obligaciones, para algunos placeres y para ciertas cavilaciones. Pero el tiempo para la creatividad debe ser un tiempo nuevo, un tiempo individual, que exista por si mismo y no por un acomodo retorcido a la rutina. Y ese tiempo específico es una rareza única para la gran mayoría, y de cierta manera una incoherencia para quien aspira a una vida plena.

El tiempo no es una realidad completa, es una sensación subjetiva, una ecuación incierta que se balancea sobre las manillas de un reloj, inventado por convenciones colectivas para mantener un orden, que, a decir verdad, no deja de ser una falacia

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