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lunes, octubre 03, 2005

Esas cosas de la vida que te cambian para siempre

Bajo este cielo gris, nace una nostalgia en mi alma, y caigo en cuenta de la fecha. Un 3 de Octubre hace 5 años descendí de un avión cumpliendo un sueño, y pisé por primera vez una tierra llena de magia que me dio la chance de empezar de nuevo.
En mis primeros años mostré una tendencia al júbilo y la pasión, a la seguridad y determinación. Pero por diversos caprichos de esta vida terminé convirtiéndome en un ser taciturno y desdichado. A través de los años traté de combatir una depresión creciente con diversas artimañas, hasta que lo único que mostró ser efectivo, fue una indiferencia absoluta. Así, un 31 de Diciembre de 1999, levanté una copa con hipocresía y brindé por un nuevo año que creí no traería absolutamente nada nuevo a mi monótona y vacía existencia. Quizás mi trato conmigo misma, a la vez que chocaba la copa, fue culminar ese proceso de frialdad, y un gran sueño que lastimaba dentro gritó desgarradoramente.
Quien sabe por qué, pero en algún momento entre mis 8 y 10 años de vida, tuve un sueño que me llenó al alma de emociones e ideales. No puedo evocarlo con exactitud hoy en día, pero recuerdo haber visto unos impotentes acantilados que arrullaban mis emociones con el rumor de las olas contra la piedra. Un día gris mecía mis sueños en una ardorosa ilusión, y desperté con una sola palabra en mi mente: Eire... Pasaron algunos años hasta que pude averiguar lo que esa palabra significaba, y perdí un momento el aliento mientras miraba una enciclopedia, cuando descubrí que bajo ese nombre se dibujaba una imagen de esos acantilados que sólo en mis mundos oníricos había percibido. Descubrí que Eire, o Irlanda, tenía un montón de leyendas para contarme, y me sentí hechizada por los míticos Druidas y la posibilidad de que existiera una tierra siempre verde. Caí cautiva de esta isla, y año tras año crecía en mí la pasión inexplicable por esta tierra. Y año tras año me iba consumiendo, sabiendo que no había nacido en un seno económico que me permitiera conocerla. Ese sueño presionaba con una fuerza indescriptible, y la añoranza se hacía intolerable. Por eso intenté aniquilarlo aquel comienzo del año 2000; era el último indicio de un alma esperanzada.

Pero como esta vida no apuñala sin dar luego una caricia, en la vacuidad de fe y esperanza, nació una claridad lógica que supo manejar mejor los números y organizar un plan de pago. Sin mayor análisis de lo que estaba haciendo, pagué un pasaje para el 2 de Octubre. Y sin mayor conciencia de mis actos, terminé bajando de un avión el 3 de Octubre en Dublín. Desde el momento en que pisé fuera del aeropuerto, perdí toda memoria de penas y tormentos, y viví 17 días de perfección sin vestigio alguno de dolores pasados.
Describir todo lo que viví en la isla esmeralda llevaría una extensión de letras excesiva para este espacio, pero lo que sí puedo decir, es lo que logró en mí. No fue un cambio abrupto ni forzado, pero sí determinante e inflexible. Volví a mi rutina sabiendo cuál era mi lugar en el mundo, aunque lejano y poco accesible. Volví sabiendo cuál era mi verdadera esencia y recordando el núcleo de todas mi esperanzas y mi fuerza. Y de a poquito, con la luz que había absorbido, fui batallando mis demonios, cincelando esa personalidad volátil que buscaba sentar cabeza. Y de a poquito construí una base para pisar firme, un ideal para perseguir, una confianza inalterable de que la vida nunca queda en deuda con uno, y que a la larga todo llega.
No perdí la nostalgia, sin embargo, por este país soñado. Pero ya no lastima como antaño. Sólo susurra en melancolía los días que los cielos se visten de plata, y la lluvia acaricia con dulzura mi rostro apagado. Sólo me llama a través del viento los primeros días de Octubre, y con templanza y ternura le contesto una promesa en silencio. Porque, aunque no sepa cómo ni cuándo, sé que volveré a tocar sus pircas de piedra, a pisar sus caminos cansados, a detenerme en sus antiguos acantilados. Y volveré a aprender algo que renueve mi alma para el comienzo de un camino de descanso pleno...

1 comentario:

Ferzzola dijo...

Hermoso escrito, preciosa. Y te leo con un poco de envidia. Lejos, pero vos sabes adonde perteneces. Yo no. Y no es tan malo, después de todo, es como estar siempre con las valijas hechas, esperando que la vida te lleve caprichosa hacia algun lugar que, tal vez, y sólo tal vez, sea mi lugar.

Bechos