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viernes, enero 30, 2009

Adentro

No está bueno soñar con afectos del pasado, no cuando se presentan nítidos y coherentes.

El mundo onírico los desprende de la liviandad que les da el mero recuerdo en su volatilidad, los constituye de una sustancia férrea, presente e imborrable, incluso más fuerte de lo que supo ser su verdadera entidad.

No, no es un buen sueño, te anula el día. Te convierte en una sombra reptante de evocaciones y “What If…”s. Te vuelve transparente y frágil, ausente y extraviada, ajena y débil.

Un día completo perdido por un solo descanso, ese único momento de descontrol mental.

De todas las mañanas vacías e informes, en que ignoro si he soñado o si he muerto;
De las pocas que acarrean fragmentos difusos y vagos de una fugaz consciencia del letargo;
De todas ellas, insignificantes y desprovistas, la única al año que sabe despertarme con la poco común claridad y capacidad de recordarlo todo, en detalle y completo, tuvo que ser ésta, justo ésta.

Nos afanamos en la vigilia, buscando el control, combatiendo el miedo intentando descifrar la oscuridad y lo incierto, pero más debiera acobardarnos lo que traerá esta noche el indomable caos de nuestros propios sueños.

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