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miércoles, abril 07, 2010

Lo que no digo

Si me callo, no es cobardía ni torpeza. No es que me falte un remate perspicaz ni que no haya entendido el estímulo o situación. No estoy hecha de acero ni soy inmune a los ataques, no me resbalan las faltas de respeto ni ignoro las burlas y desprecios.

Si callo es porque no habría valor en esos vocablos, porque hay realidades que no pueden ser cambiadas con una mera explicación. De nada me sirve protestar una decisión tomada o herir a cambio de una estocada; no hay nada más estéril que criticar el desdén. Poco importa lo que pueda reprochar cuando todo lo que duele está en la intención que subyace a la dicción y supera a las palabras.

¿Qué gano con desmerecerlas, rebatirlas o excederlas? Si el primer sonido ha bastado para hendir filosas fauces en mi inocencia. Ninguna réplica es capaz de cerrar una herida ya abierta. ¿Por el orgullo, por desagravio? Nada sostiene el estandarte del ego cuando se han violado los cimientos de mi docilidad y entrega. ¿Por revancha, por enojo? Si nunca he creído en la venganza y no hay represalia capaz de apagar la tristeza.

Me callo porque no creo en el desquite y porque sé aceptar una muerte declarada. Porque sólo vale manifestar lo que siento y pienso cuando el interlocutor, genuinamente, quiere entenderlo.
Mi silencio es el abrigo que cobija la llaga y la armadura que previene la profanación de mi ingenuidad. Es mi argumentación y mi dictamen; es el veredicto que anuncia que todas mis puertas están cerradas. Mi reservado rostro impávido implica que ya no estaré disponible ni atenta, que empezaré a desdibujarme en la distancia, que acepto haber perdido la batalla.
Pues, si callo al ser provocada, tan sólo significa que me he dado por vencida en salvar la esperanza.

2 comentarios:

Nano dijo...

SISISISISISISI
WOW

Me volviste a mover. Llegó.

Sinfonía dijo...

Es mucho más difícil callar y mas loable en un punto.