Pages

jueves, septiembre 22, 2005

Necesito Vacaciones

La tiranía del tiempo me deja desahuciada, no puedo entender como es que los días se escapan tan fugazmente. Cómo es que aquello que dejo para mañana, se convierte en un mes después... Y lo peor, es que nunca comienzo las nuevas actividades que me propongo. No puedo evitar pensar qué me quedará para entonces, cuando las tardes dejen de tener ese gustito a pseudo-libertad. Las dudas cansan mas que un día entero de trabajos físicos, y resuenan las críticas en mis salones internos. Tengo que dejar de lado estas presiones inútiles a las que me someto...
Estoy pasando una etapa extraña, en la que una parte de mi, me obliga a reconocer mi debilidad; a quitarme el disfraz de invencible y aceptar que puedo caer por estúpidas simplezas. Luego me pregunto si esto es cierto o no. No sé si mi bienestar es fuerza, indiferencia o insensibilidad... ¿Un tema para tratar en un diván? ¿Quien sabe? Supongo que uno se acostumbra, a la larga, a que esta vida este llena de incógnitas, y a ser, uno mismo, la raíz de todas las dudas... Pero mi entusiasmo y locura son mas frecuentes que las taciturnas vacilaciones, y en el fondo se que la respuesta se hará camino en mí en el momento adecuado.

Buscando un alivio de toda esta rutina hermética y polvorienta, reviso pergaminos escritos en tiempos más despreocupados, y me encuentro una dulce descripción de unas vacaciones sanadoras. Increíble como un poco de naturaleza y tiempo libre pueden sacudirte la mufa.
Hace un 1 año y pico, me fui una semanita a Bariloche. Junté con semana Santa, con esperanza de estirar ese ínfimo tiempo que uno tiene en comparación con el trabajo de todo un año. Creo que fueron las vacaciones de mayor provecho en 6 largos años. Más allá de lo que disfruté en su momento, aún hoy, con sólo releer aquellas vivencias, me siento acariciada por una indulgencia relajante.

"El día me saludo deliciosamente frío. Me despertó un llamado telefónico. Un tal Ernesto que contacte hace un par de días, me informaba que el clima finalmente me permitiría remontar los aires en su parapente. Muy a pesar mío, tuve que negarme, ya que los costos me complicaban y ya tenía reservada una cabalgata para la víspera.
Hace unos días, el jueves santo para ser exactos, me subí a un colectivo. Dicho transporte me deposito en los lindes de la cordillera andina el viernes en la mañana. Respire profundamente, y mis pulmones se hincharon agradecidos. Estaba en Bariloche.
Desde entonces, la niña en mi ha renacido... Me dedique a mirar, a ADmirar, a escuchar, a detenerme, a deleitarme. Me perdí por bosquecillos espesos, subí a las cimas de las montañas, y descanse a orillas del lago. Mis entrañas han aprovechado el instante mágico para renovarse.
Llovió mucho, pero eso no fue problema para alguien que gusta de lavar su materialismo en los "riesgos" del agua. Bajo la cortina de plata me dedique a estirar las piernas, en una caminata sin rumbo de unos 6km bordeando un lago profundo. Y una tarde, encontré un quiebre en el tiempo y espacio, sentándome a orillas de las aguas, sobre una roca olvidada. Llene mis oídos de música celta, y deje que mi mirada se perdiera en el paisaje. Tome conciencia de cada burbuja de espuma blanca que cubría las encrespadas aguas, y me deleite infinitamente en las montañas imponentes que hacían frente a un temporal. Las cimas estaban ocultas tras una neblina espesa, y el gris achaparrado del cielo, dejaba un único espacio para que un rayo tenue de sol se volcara directamente sobre una ladera lejana. El verde tímido que despertaba, contrastaba dulcemente con el gris melancólico de la tarde. Mis sentidos se abrieron y mi mente se durmió. Me perdí en un susurro, en un recuerdo, y nunca note la lluvia torrencial que había despertado a mi alrededor. Luego de un tiempo que no podría precisar; la música cesó, y el sonido de las olas contra las piedras, y las copiosas gotitas que castigaban mi sombrero, me devolvieron al mundo medido. Mis ropas eran esponjas hinchadas por la lluvia, y mis manos vestían un rojo amoratado. Pero no sentía frío, ni me molestaba el agua. Respire hondo, y agradecí ese conocimiento silencioso que había penetrado en mi alma. No se que habré aprendido, pero fue bueno. Me sentía en paz. En paz de verdad...
Hoy al mediodía, me subí a un caballo zaino, y me adentre en senderos angostos y ocultos. La vegetación era espesa y rodeaba todos los flancos. El único sonido era aquel de los cascos de los caballos, y el susurro del viento entre las plantas. Cerré los ojos, y vi a los Elfos de Tolkien, viajando tristes y en silencio. Me vi a mi misma en un viaje olvidado, a través de caminos ya perdidos en la gran rueda del tiempo. Me vi como niña, radiante de energía. Una luz brillante que encandilaba con facilidad. Mi alma libero las ultimas barridas de polvo que quedaban, y renació el esplendor de mi hogar interior. Brillaron los verdes y los mármoles, los dinteles de madera y las campanillas. La casa abandonada volvió a ser el refugio reluciente para el viajero cansado... Recupere mis fuerzas, mis ganas, los ánimos, las energías, la voluntad, el deseo, el recuerdo, las sonrisas. La naturaleza cura las heridas. Los momentos mágicos del día, bien aprovechados, nos llenan de regalos invaluables...
El viernes estoy volviendo a Buenos Aires, y mi viaje ya ha rendido sus frutos. No le tengo miedo al futuro, ni a los problemas que esperan en la oficina. Lo que tenga que ser será, y la vida siempre me lleva de la mano. Porque siempre ayuda a aquellos que conocen sus valiosas entrañas.
Por lo pronto vuelvo a pisar firme en mi mundo solitario. Ya no me molesta el silencio, ni mis salones vacíos. Ya recordé que fueron construidos para viajeros premeditados que un día llegaran. Y la espera no debe desanimarme, pues debo llevar una sonrisa en el momento que me sorprendan, pidiendo descanso, un oído y alimento...

... Vuelvo a mi naturaleza, a seguir caminando al lado del lago"

No hay comentarios.: