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miércoles, julio 13, 2011

Salvation

Ayer mi pareja me comentaba el caso de un conocido suyo, que formaba parte de un movimiento que pujaba por defender la verdad tras las corrupciones de los gobernantes. La persona en cuestión había cambiado de parecer en un caso clave, de pronto y sin aviso, frente a sus 9 mil seguidores.  Ray se preguntaba, consternado, si habría sido amenazado por los poderes reinantes o si algo terrible le había pasado en las ocasiones que fue a prisión por el simple hecho de expresar su opinión libremente. Le respondí sin pensarlo siquiera, sin tener que meditarlo o procesarlo. Mi expresión salió casi como un resultado matemático: “sólo se dio por vencido; el alma no le da más y eligió creer en lo que le conviene – lo que necesita  creer – para poder seguir”.
Él solo me miró en silencio, quizás dándose cuenta de las implicancias de esa sentencia al mismo tiempo que yo.

Ray todavía quiere salvar al mundo, tiene esa fuerza inexplicable que tira y tira hacia una responsabilidad suprema. La fe de que se puede lograr un cambio, aún si se hace un alma a la vez. Sé cómo se siente, sé cuán fuerte es porque todavía puedo recordarlo. Puedo recordarlo, pero ya no puedo compartirlo. Me di por vencida hace ya mucho tiempo.

Lo veo pegado a youtube todos los días, indagando en las noticias del mundo entero. Le pido que encuentre otro hobby, porque ya no sé cómo sostener la frustración y decepción que se regeneran en su interior. Sé que gran parte de su casi adictiva búsqueda responde a la esperanza de encontrar algo bueno, positivo, inspirador. Más que una esperanza, en realidad, es una necesidad. El resto de su objetivo es su ansia de saber todo lo posible para poder comunicarlo, compartirlo, despertar a los que duermen. No necesito preguntarle, lo sé, porque yo también lo he vivido.

Lo único que nos diferencia es que él es más fuerte que yo, que él todavía puede soportar los golpes de una humanidad desagradecida y negligente, que él no pierde la esperanza de que la insistencia sea como el agua que horada la roca. Me gustaría poder acompañarlo en su noble misión, pero mi raciocinio ya no da lugar a la esperanza; no después de todo lo vivido y de todo lo que sigo enterándome día a día aunque quiera ignorarlo.
Yo elegí girar la cabeza, meterla bajo tierra y tratar de construirme una vida lo más digna posible en el aislamiento. La resignación era la única opción que ofrecía cierto sosiego a la ira y decepción, y la tomé, cuando ya no podía más; como el veneno que cura su propia ponzoña en el borde de los mundos. Pero evidentemente no fue más que un paliativo a corto plazo, resignarse no cierra los ojos, simplemente, los opaca un poco. Y hay cosas que ni la bruma oculta, cosas que siguen doliendo en la inacción.

¿Cómo se despierta a quien no quiere abandonar la beatitud de su limbo? Aún cuando uno pueda tolerar los zarpazos desesperados de quien prefiere no ver, no puede haber triunfo sin voluntad conjunta. Pero más importante aún (y quizás la pregunta clave que lleva  a la resignación), ¿qué derecho tiene uno de ir contra la voluntad del otro, aún cuando la causa sea noble? ¿Quién dice que la elección de luchar contra la esclavitud es más válida que la elección de abrazarla y defenderla? Ver la tristeza y decaimiento general puede ser motivo suficiente, pero no tiene sentido intentar salvar a quien no quiere ser salvado. No solo por una cuestión moral, sino – simplemente – porque no se puede. Al menos eso me dicta la experiencia, o más bien es prácticamente un axioma en mi lógica que no puedo combatir con esperanza.

Entonces me pregunto – mientras con Ray dejamos que el silencio envuelva nuestra diferencia de objetivos – si acaso la apatía reinante en mi alma haya nacido de esta elección a medias tintas. Si esta llamada depresión que combato con pastillas sea el crecimiento de una única desazón, una cuestión única pero lo suficientemente grande para ahogar un alma: haber llegado al punto de creer realmente que el mundo no tiene salvación, que la humanidad no tiene salida y que la única opción es soportar el naufragio de la mejor manera posible. Lo que no sería una mala forma de vivir tampoco… Si no fuera por el guerrero encadenado que aún llora dentro, esperando en la eterna oscuridad que las lágrimas horaden sus grilletes.


3 comentarios:

Unknown dijo...

Me ha gustado mucho esta publicacion pq cada una de las palabras aqui plasmadas es muy cierta. Y si es mas facil escapar y encerrarse en una burbuja para no ver las tragedias que ocurren en nuestro mundo dia con dia. Pero lo malo es que por mas que trates de escapar esas cosas estan alli, no estas ciega a ellas las puedes ver, sentir, casi palpar con tus manos.

El hombre que asesino a su esposa por que esta le reclamo por unos mensajes en su celular, El hombre que mato a su hija por hacerle daño a su ex y la madre que mato a su hijo por que este vio algo que no debia. Y asi puedo continuar escribiendo mas cosas como esta.

Y tambien me pregunto donde estan las cosas buenas, es que en este mundo ya no ocurren cosas buenas. O es que es tan dificiles encontrarlas, y no queremos hablar de ellas. Por que nos parecen insignificantes y tontas. Yo tambien quiero un mundo mejor, quiero paz, pero no como las que piden las reinas de belleza en cada certamen.

Quiero paz real, poder salir a la calle sin miedo a que nada me pase a mi ni a mi familia. Poder convivir con los demas como una comunidad, sin hacer daño nadie ni recibirlo. Y no hablo de religion, sino de paz...

Unknown dijo...

Estos son mis blogs::

http://abzurdahzenizientah.blogspot.com/

http://mimundosecretol0v3.blogspot.com/

Connita dijo...

Es difícil; hay muchas cosas buenas, pequeñas o grandes que pueden verse y abrazarse. Solo que a veces no alcanza cuando se tiene una visión más general del camino a nuestros pies. Y quizás, la única manera de combatir esa sensación de inseguridad e incertidumbre sea hacer algo al respecto. Aún cuando no tenga mucho efecto, calmar el alma sabiendo que uno está haciendo lo mejor que puede ;)
Saludos!