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viernes, diciembre 18, 2009
Into the West

martes, diciembre 01, 2009
Tengo un gato bulímico
viernes, noviembre 27, 2009
Medio pelo
domingo, noviembre 22, 2009
Más fácil
martes, noviembre 10, 2009
Marina
Mientras las horas pasan sin tiempo, sin que las note ni las cuente, mi universo interior se regenera frente a las aguas. Mientras mi mente calla, hipnotizada por las espumeantes crestas, mi verdadero yo habla. Y lo escucho y lo entiendo y le agradezco. Me regenero y aprendo. Sin moverme, sin pensar, sin esfuerzo. Me fortalezco y puedo empezar de nuevo. Con una sonrisa, con ánimo y empeño.
Tiene ese no sé qué, el mar, que hace hablar a mi corazón y le da alas a mi alma. Tiene ese algo, que con solo suspirar, le devuelve la vida y la verdad a mi mirada.
lunes, octubre 26, 2009
Guarnición musical
Políticamente Incorrecto
Otra grieta que se abre en este corazón cansado y viejo, otra esperanza que se queda en el umbral, agonizando un traspaso que jamás llega. Otra angustia que escribe una historia de injusticias y fracasos antojadizos, crueles y tramposos. Un curso intensivo de amarguras para un orgulloso crecimiento, una evolución en la sabiduría, un avance en el espíritu. El dolor enseña, del dolor se aprende, a través del dolor crecemos. ¿¡A quién le importa!? ¿De qué sirve crecer si solo podemos medir lágrimas sobre la regla, qué sentido tiene hacerse sabio si lo único que tenemos para predicar son tristezas y miserias? La superación está sobrevalorada, una excusa deleznable para el caído, un placebo ingenuo para que el humano siga caminando, aún cuando sepa que va desgajándose en el camino. Nos vamos perdiendo, poco a poco, lágrima a lágrima. Perdiendo nuestra identidad, nuestra esencia, nuestra voluntad, nuestros sueños, nuestra niñez e historia. Nos vamos desarmando, desdibujando, volviéndonos cada vez más susceptibles a ser absorbidos por el entorno, el sistema, la sociedad y sus formas. Una sombra más, de las tantas que caminan sin rumbo, un número, una estadística. Tan solo un reflejo difuso de lo que pudimos haber sido, tan solo una utopía de la individualidad y la realización. Por eso, en tantos aspectos, se empuja a que el reconocimiento se logre en la juventud, antes de la experiencia, antes del desgaste. Aprovechar los talentos mientras están frescos y enteros, mientras tienen un alma completa que los soporte. Pues la edad significa tiempo y ese tiempo agrupa un millón de corazones rotos, y quien pasa por todos se pierde para siempre entre la muchedumbre, un espectro más de las aspiraciones humanas que nunca llegaron a puerto. Un náufrago más de promesas de vida que jamás se cumplirán.
Al demonio con el crecimiento, el aprendizaje y la perfección que modela el cincel del dolor. Al infierno con las frases alentadoras, la autoayuda y la religión. A la mierda con los sentimientos, que no hacen otra cosa que estorbar y confundir, demandar y requerir, necesitar y castigar. Bienvenido sea, mi amado intelecto, su dulce capacidad de adaptarse, resignarse, ceder y calcular. Su tierna habilidad de sopesar, elucubrar, esquivar y compensar. Su satisfactoria forma de construir barreras que aíslen el frío, maquinarias que brinden comodidad y confort, proyectos que espanten al vacío.
Te abro la puerta nuevamente, querido raciocinio, vuelve a desterrar la emoción de estas pútridas y manoseadas entrañas que ya no toleran más tortura. Vuelve a cortar las ataduras del sentimiento y sus malditas terminales nerviosas que jamás se cansan de herir. Pinta todo de plata y oro, con tus fórmulas inequívocas, con tu ciencia comprobable. Que si he de ser un autómata de todas formas, prefiero lograrlo con mi propio manual, por mis medios y a mi manera, manteniéndome entera, firme y fuerte. Al menos, tendré forma y consistencia, tendré identidad y conciencia. Al menos, seré distinguible entre el resto de los espectros y no seré llevada por la marea de la inevitabilidad a contenedores de transcursos ilusos y fracasados.
NdeA: Lo expuesto no es más que un exabrupto de ira con licencia poética. Uno de los polos que constituyen nuestra tempestuosa humanidad; el registro de uno de los tantos momentos de debilidad que nos asaltan cuando tenemos las defensas bajas. No voy a arrepentirme de los riesgos asumidos tan rápidamente, pero tampoco quiero negar u ocultar el lado oscuro que existe y existirá mientras el lado luminoso se esfuerza por hacerse camino y prevalecer. A fin de cuentas, mi Cruzada es la de encontrar el equilibrio.
martes, septiembre 29, 2009
Tear Down The Wall
Parece mentira, cómo uno se va ajustando a una rutina y esa rutina va cerrando los caminos y posibilidades de la personalidad. Cómo no son sólo las actividades las que se tornan mecánicas y tediosas, sino también el pensamiento, las ideas y la emoción. Llevados por la corriente y sin poner mayor resistencia permitimos que la identidad se nos apague y ajuste a una cajita minúscula y oscura. Una cajita que cerramos a presión para que no se filtre una sola expectativa disonante, para que no haya riesgos de enloquecer ante la monotonía.
Uno se va quitando deseos, creatividad y añoranzas como si fueran pesos colgantes de una monumental carga sobre la espalda. De manera que sólo nos quede un intelecto preciso y selectivo, risas contadas, emociones catalogadas y esperanzas deformadas en proyectos para acompañar el cronograma del día a día. Nos acostumbramos a quejarnos seguido de lo aburrido y molesto que es mucho de lo que nos rodea porque hemos cercenado las mil percepciones que nos permitirían disfrutar de lo que sea que hagamos, y vociferamos por el retorno de la “libertad”, que no es más que un concepto lejano y difuso que ha perdido real sentido para el espíritu. Pues, una vez que se han negado tantos aspectos que nos hacen por mucho tiempo, los olvidamos por completo. Olvidamos cómo se sienten, qué les compone, qué significan y lo que generan. Sólo nos queda una idea de lo que buscó nuestro espíritu infantil, una tarea sin tildar que debemos completar aunque no podamos recordar cuándo ni por qué la anotamos. ¿Cómo se alcanza la libertad cuando olvidamos lo que implica y significa? ¿Cómo se le permite que nos lleve en volantas cuando su ahora desconocida presencia nos amedrenta, cuando su mero respiro nos aterroriza? Corremos tras una obligación que nos impone el niño interno, el recuerdo de una vida más plena, que tiene ese único rótulo: “Libertad = Felicidad”. Sin darnos cuenta que mientras nos apresuramos torpemente hacia un fantasma, estamos en realidad huyendo de lo mismo que buscamos. Porque lo que nos persigue es un riesgo, una responsabilidad, una incertidumbre.
Y curioso es, que si llegamos a tener el coraje de girarnos, de reconocer el juego absurdo, de afrontar la destrucción que implica cumplir ese objetivo, abrazar esa tarea; nos encontramos completamente desprovistos, desnudos, incapaces, perdidos y vacíos. El adulto se convierte en recién nacido y la reconstrucción conlleva muchas más espinas de las que esperábamos encontrar. Sin embargo, ese terremoto nos trae cosas nuevas, frescas, sorprendentes. Y la satisfacción de poder volver a sorprenderse es inigualable. El poder agonizar un desgarro con la sonrisa de estar sintiendo algo nuevo, distinto. El poder recordar una emoción, idea o sentimiento que se nos había desdibujado. Todas cosas preciosas, increíbles, dulces y emocionantes; que se enfrentan al desarraigo, a la inestabilidad, a la costumbre, a la angustia y al miedo. Esa dualidad constante entre paz y tormento, entre estabilidad y volatilidad que nos lleva a tropezones y no podemos controlar ni negar.
Nos queda la elección, la decisión propia de enfrentar el tumulto o aceptar la languidez. Optar por un dolor preciso y arrebatado o una paulatina y sofocante depresión frente a los polos que equilibran; estabilidad, seguridad y previsión o pasión, sueños y emoción. Apegarnos a las convenciones y fórmulas conocidas o aventurarnos a seguir nuestro propio camino, por oscuro e incierto que sea.
lunes, mayo 25, 2009
Terrena
“La he perdido. Perdí mi magia” – fue todo lo que pudo expresar en un susurro quebrado. Y sus ojos ya no pudieron ver más que una transparencia corpórea, veteada y deformada por esas lágrimas que lo revelaban todo sin decir nada.
Había nacido como una llama plena de deseos. Una pasión abrasadora por lo intangible y lo extraordinario. Había crecido adorando la armonía, los colores, las formas, los aromas que el mundo invocaba más allá de su corteza. En tal manera y a tal grado, que había aprendido a identificar los quiebres en el tiempo y espacio de la inocua realidad. Quiebres que transportaban su mirada a través de los abismos mundanos, hacia planos paralelos superpuestos. Y se había acostumbrado a llenar sus ojos de extraordinaria belleza y su alma de infinita emoción.
No veía duendes ni cosas imposibles, pero sí veía la verdadera cara del mundo. Cada poro de su piel multicolor, cada surco y curva de sus mil siluetas traslúcidas, cada mutación constante en cada uno de sus respiros. Podía encontrar momentos y lugares únicos. Podía demorar el tiempo para degustarlos. Observar cada partícula en un marcado rayo otoñal que pintaba prodigios en un árbol desvencijado. Cada tonalidad cambiante de un cielo sin fin, el movimiento acompasado de las hojas murmurantes, la danza imperceptible de cada átomo. Podía ver la lluvia en cámara lenta, aspirar los aromas de tierra mojada hasta embriagarse y navegar el mundo sin cadenas, sin filtros, sin pre concepciones. Su cuerpo se estremecía en un éxtasis delicioso y su espíritu cobraba una energía que amenazaba con romper su pecho.
Pero ahora, mientras el atardecer tormentoso se demoraba sobre un paisaje sereno e impactante, sólo existía el vacío. El deseo y el vacío. La añoranza profunda de la ausencia, de la falta. Había visto los colores vibrantes de la naturaleza. Había escuchado la dulce melodía de las tamborileantes gotas de la lluvia, había llenado sus sentidos con el refinado aroma entretejido de la savia de los pinos con tierra húmeda y el viento de montaña. Y había observado por horas cómo el día menguaba y el cielo se quebraba entre jirones de nubes perezosas y anaranjados trazos antojadizos. Lo había visto y percibido todo, pero los vellos de su piel no se habían erizado, su cuerpo no se había estremecido, su pecho no presentaba presión alguna; todo era normal, terrenal, quedo y desprovisto. No había podido detener el tiempo ni ver los detalles ni unir los planos. No había podido salir del mundo para ver el mundo, y todo aquello que amaba profundamente no era más que un bonito despliegue que le daba cierta paz, pero carecía del tinte de lo extraordinario.
Había aprendido a ser parte del mundo. Había aprendido a replegar sus alas, a usar sus pies y a ver con sus ojos y tocar con sus manos. Se había vuelto mortal, había perdido su magia; se había adaptado.
Lloró en el profundo silencio que la abrigaba sin sentirse acariciada por la mullida ausencia de sonidos. Ni las lágrimas sinceras pudieron darle acceso a su yo más pleno. Ni la pena era tan grande o real como hubiera querido. Una muerte superficial en su perecedera conciencia, un dolor tolerable en su elaborada racionalidad. Su lógica era más grande y poderosa que sus sentimientos; era enorme el conocimiento de la agonía que debía resultar de la revelación, pero medido el nudo en su garganta y contadas sus lágrimas. La lógica tenía más emotividad que su emoción misma y esa terrible ironía le musitaba que ya no era etérea. Se había acostumbrado demasiado a lo tangible para concebir algo inmaterial y, de todo lo que existe más allá de la conciencia, sólo quedó la noción de una maravilla prohibida, ahora, para ella.

sábado, abril 18, 2009
Causa y efecto
¿Puede encontrarse un solo nodo de consecuencias o es que todo está hilado – intencionalmente o no – en cada componente que se interrelaciona, haciéndonos apenas un instrumento más en el destino de cada ser que nos rodea y nosotros mismos?
Me gusta pensar que somos el arquitecto de nuestro propio destino, pero no puedo hacer ojos ciegos al hecho de que no controlamos los eventos que hemos de enfrentar. Sólo podemos decidir qué hacer con ellos. Y aunque logremos dominar el arte de ejecutar la acción más adecuada ante cada evento inesperado, no dejaría de ser un efecto y consecuencia no planeado. Un elemento más que se agrega a nuestro camino, una forma no prevista que nos afecta de una u otra manera y que está fuera de el control que nos gustaría ejercer sobre nuestra propia vida.
Dado un obstáculo en mi camino puedo optar por sortearlo, ignorarlo, enfrentarlo, resolverlo, retroceder, detenerme. No importa realmente cuál es la mejor opción. Hay una idéntica realidad tras el posible resultado que acarree cualquier elección de acción: un nuevo hecho, un elemento no planeado que nos afecta y moldea en una forma que no habíamos considerado. Esta divergencia puede ser más o menos beneficiosa, dependiendo de la destreza que tengamos en confrontar problemas. Pero siempre será una divergencia, siempre añadirá un cambio en nuestros planes, en nuestros conceptos, en nuestra persona.
¿Tiene algún sentido, entonces, buscar un responsable?. Aquel, éste, nosotros, ellos. Es como querer identificar qué cuerpo de agua fue el mayor responsable en la precipitación que moja nuestras ropas mientras nos apuramos a casa por la calle. Necesitamos un responsable, como seres humanos, para descomprimir el peso de nuestra conciencia. Pero no es más que un placebo a la ansiedad, pues ningún culpable definido ha de cambiar la nueva realidad en nuestras manos. Esa realidad que no deja de mutar aunque prefiramos ignorar este hecho inevitable.
Estar a la altura de las circunstancias. Qué concepto estúpido, pienso, a la vez que se me hace un nudo en la garganta. Es un fin fútil, infructuoso, lo sé. Puedo racionalizarlo, rotularlo y archivarlo en la perfecta estructura del pensamiento. Pero no puedo controlar mi necesidad de satisfacerlo. No puedo dominar el vacío en el estómago, la puntada en la cabeza, la lágrima no intencionada que se desliza silente por mi rostro. La sensación de fracaso, la ira del cansancio y concepto de injusticia conociendo todo el esfuerzo derrochado en evitar la situación. Hice todo lo posible con los elementos que contaba, siempre. Lo sé. Tengo la certeza absoluta que ha sido así. Pero eso no quita el hecho de haber fracasado. Eso no ahuyenta el fantasma de tener que lograr la trascendencia, aún cuando entienda que no es algo que pueda decidir individualmente por completo. De nada me sirve el conocimiento, porque no puedo desprenderme de la irracionalidad de la necesidad de superarme. De ascender por sobre todo lo que debió ser diferente. De la envidia ante una realidad que pudo ser más dócil; una realidad que se muestra posible en otros rostros, en otras manos. Que parece burlarse de sus arbitrarias elecciones para conmigo. Una realidad que no es responsabilidad de nadie y de todos al mismo tiempo. Una responsabilidad que no constituye ninguna solución ni diferencia. Una conclusión que de nada sirve para calmar mi añoranza de salirme del ciclo, mi anhelo de que los eventos enfrentados no me alteren, no me formen, no me condicionen.
El afán de ser especial, no es otra cosa que una enorme necesidad de sentirme normal. Equilibrada. A la altura de las circunstancias. Una absurda contradicción que no tiene respuesta en la conciencia. Sólo tiene influencia en una respuesta física involuntaria; una lágrima, un nudo en la garganta, un vacío en el estómago. Un malestar en resumen, que se convierte en otro evento más, otra alteración, otro desequilibrio. Para empezar nuevamente el ciclo enlazado de victorias y fracasos que van perdiendo sentido. Sin responsables y sin cúspides. Una meta elusiva que sigue borroneándose en el espejismo distante de su intangibilidad.
Causa y efecto. Obstáculos y elecciones de cómo manejarlos. Eso es todo lo que hay, todo lo que podemos hacer. Optar por la mejor mano que se pueda sacar con las cartas que nos son dadas. Evitando en lo posible añorar la escalera real, conformándonos con ganar la mano, aunque sea, con un mísero par doble. Metas simples, y la resignación de que incluso esas puedan perderse en el camino. Equilibrar la sensación de pérdida con un nuevo objetivo a corto plazo bajo la manga. Quizás sea la única respuesta, la única elección sana. Aunque sepa a conformismo en la garganta, aunque retuerza las entrañas con un dejo a mediocridad. Quizás esos tonos amargos no sean más que un poco de sabiduría mundana. Quizás la trascendencia sea una paradoja para un cuerpo que existe y se desarrollo en lo finito, en lo tangible, en lo humano. Quizás la espiritualidad que tanto nos eleva sea la quimera que nos hunde ante la inevitabilidad de la razón y la realidad.
jueves, febrero 12, 2009
Namárië
Respiro hondo, tomo coraje y el tiempo necesario para equilibrar el peso de la conciencia y la emoción, pues ya no puedo darme el lujo de ceder. Levanto mi cabeza parsimoniosamente y me atrevo, después de tanto tiempo, a mirar fijo a los ojos. Me instigo fortaleza mientras empiezo a hundirme en el remolino de ilusiones que me enfrenta con nociva inocencia y, finalmente, le doy voz a mi voluntad…
Ya no más. Ya basta. Fue suficiente. El recorrido acaba aquí, hoy, ahora. Al menos ese que elegimos transitar en conjunto, el que rotulamos de simbiosis y sanación, el que se ha convertido en succión y veneno. Tengo el alma quebrada por el peso de tu demanda y a duras penas evito que mi mente colapse mientras intenta abastecer infinitamente tu necesidad. No existe saciedad para la sed que te domina y ni siquiera obtengo beneficios de lo que satisface tu noble vendetta. Ya no puedo pretender que somos iguales. Aunque duela, aunque me cueste reconocerlo. Ha pasado demasiado tiempo, más del que debería haber permitido, y estoy demasiado vieja para extirparle conciencia a la mentira. Y tu entrañable existencia ha abusado en exceso del tiempo extra que le fue concedido como justa retribución de sus penurias.
Perdón mi pequeña, mis más sinceras y sentidas disculpas, pero ya no puedo ser tu justiciera. Es hora de que partas, de que aceptes la parte que te tocó jugar por siniestra que la creas y dejes de invadir mis turnos en espera de una reivindicación que has convertido en quimera. No puedo seguir ejerciendo la expiación de tus desagravios, ya los he redimido incontables veces pero tu fantasmal angustia no puede asimilarlo. He secado cada una de todas las lágrimas que has derramado aunque te parezca que siguen manando.
Quiero construir mis propias sonrisas ahora, que son mucho menos pretenciosas que las tuyas. Es cierto, no se sentirán tan magníficas como ver tu carita triunfante, iluminada en rozagantes mejillas de satisfacción. Pero no tendrán el desgaste de esfumarse en lo cíclico de tu breve historia para devolverte a mis brazos con las alas rotas en un suspiro. Quiero tener mis propios fracasos, que para mí son tan válidos como las sonrisas. Quiero la paz de tener derecho a cometer errores, la serenidad de poder decir tonterías, la libertad de no evitar conflictos. Todas esas cosas que te aterran y te llevan a aferrarme con punzantes y heladas garras de desesperación para inmovilizarme, para mi no son tan terribles y sí indispensables. Por eso necesito que te vayas, que me sueltes, que me dejes. Voy a extrañar tu dulzura, tu bondad, tus sueños mágicos, tu gentil caricia, tu altruismo y tu ternura. Pero prefiero llevarte en mi melancolía que seguir cediendo en este camino hacia la ruina.
Es hora de que ejerzas tu propia redención con el coraje de asumir tu puesto secundario. También a mí me tocará un día ceder el cetro a una nueva participante de esta vida, que probablemente tampoco tenga el honor de ser quien la culmine. Y entonces volveremos a encontrarnos, como iguales esta vez: dos hebras de pasado que esperan en contemplación inactiva que otro termine el entramado. Porque recién entonces, recién cuando todas las partes sean una nuevamente, te sentirás verdaderamente redimida y todo tendrá sentido.
Sé fuerte, sé valiente y acepta esta despedida. En algún lado te esperan caballos alados para abrigarte mientras los grandes terminamos la partida. No me odies, no me olvides; aunque ahora me aleje y abandone tu faena, siempre voy a quererte, siempre voy a recordarte.
Hasta siempre mi alada pequeñita, es hora de crecer.
miércoles, febrero 11, 2009
Dedicatoria
I'm home again, I won the war, and now I am behind your door.
I tried so hard to obey the law, and see the meaning of it all.
Remember me? Before the war. I'm the man who lived next door.
Long ago...
As you can see, when you look at me, I'm pieces of what I used to be.
It's easier if you don't see me standing on my own two feet.
I'm taller when I sit here still, you ask are all my dreams fulfilled.
They made me a heart of steal, the kind them bullets cannot see
Nothing's what it seems to be, I'm a replica, I'm a replica
Empty shell inside of me.
I'm not myself, I'm a replica of me...
The light is green, my slate is clean, new life to fill the hole in me.
I had no name, last December, Christmas Eve I can't remember.
I was in a constant pain, I saw your shadow in the rain.
I painted all your pigeons red, I wish I had stayed home instead
Nothing's what it seems to be, I'm a replica, I'm a replica
Empty shell inside of me.
I'm not myself, I'm a replica of me...
Are you gonna leave me now, when it is all over
Are you gonna leave me, is my world now over...
Raising from the place I've been, and trying to keep my home base clean.
Now I'm here and won't go back believe.
I fall asleep and dream a dream,
I'm floating in a silent scream.
No-one placing blame on me, but nothing's what it seems to be, yeah.
Nothing's what it seems to be, I'm a replica, I'm a replica
Empty shell inside of me.
I'm not myself, I'm a replica of me...
Traducción
He vuelto a casa, gané la guerra y ahora estoy detrás de tu puerta.
Traté tanto de obedecer la ley y ver el significado de todo esto.
¿Me recuerdas? Antes de la guerra. Soy el hombre que vivió al lado
Hace mucho tiempo...
Como puedes ver, con solo mirarme soy fragmentos de lo que solía ser.
Es más fácil si no me ves parado sobre mis propios pies.
Estoy más alto cuando me siento aquí
y todavía preguntas si he alcanzado todos mis sueños.
Me dieron un corazón de acero del tipo que las balas no pueden ver.
Nada es lo que parece ser, soy una réplica, soy una réplica.
Un caparazón vacío dentro mío.
No soy yo mismo, soy una réplica de mí...
La luz está en verde, mi historial limpio, una nueva vida para llenar el hueco en mí.
No tenía nombre, el último Diciembre, ni siquiera puedo recordar la navidad.
Estaba en constante agonía, vi tu sombra en la lluvia.
Pinté todas tus palomas de rojo.
Ojalá, en cambio, me hubiera quedado en casa.
Nada es lo que parece ser, soy una réplica, soy una réplica.
Un caparazón vacío dentro mío.
No soy yo mismo, soy una réplica de mí...
Vas a dejarme ahora, cuando todo ha terminado?
Vas a dejarme, está mi mundo acabado?
Resurgiendo del lugar en que estuve y tratando de mantener mi base limpia
Ahora estoy aquí y no volveré, créelo
Me duermo y sueño un sueño
Estoy flotando en un grito silencioso
Nadie esta culpándome, pero nada es lo que parece ser.
Nada es lo que parece ser, soy una réplica, soy una réplica.
Un caparazón vacío dentro mío
No soy yo mismo, soy una réplica de mí...
viernes, enero 30, 2009
Adentro
El mundo onírico los desprende de la liviandad que les da el mero recuerdo en su volatilidad, los constituye de una sustancia férrea, presente e imborrable, incluso más fuerte de lo que supo ser su verdadera entidad.
No, no es un buen sueño, te anula el día. Te convierte en una sombra reptante de evocaciones y “What If…”s. Te vuelve transparente y frágil, ausente y extraviada, ajena y débil.
Un día completo perdido por un solo descanso, ese único momento de descontrol mental.
De todas las mañanas vacías e informes, en que ignoro si he soñado o si he muerto;
De las pocas que acarrean fragmentos difusos y vagos de una fugaz consciencia del letargo;
De todas ellas, insignificantes y desprovistas, la única al año que sabe despertarme con la poco común claridad y capacidad de recordarlo todo, en detalle y completo, tuvo que ser ésta, justo ésta.
Nos afanamos en la vigilia, buscando el control, combatiendo el miedo intentando descifrar la oscuridad y lo incierto, pero más debiera acobardarnos lo que traerá esta noche el indomable caos de nuestros propios sueños.
viernes, enero 16, 2009
La Devorada
"Lo que estaba empezando a descubrir era el peso de la libertad. La libertad es una carga pesada, extraña y abrumadora para el espíritu que ha de llevarla. No es cómoda. No es un regalo que se recibe, sino una elección que se hace, y la elección puede ser difícil. El camino asciende hacia la luz; pero el viajero que soporta la carga acaso no llegue jamás a la meta."
El velo arrancado sin tregua, sin mayor paisaje para contemplar que los escombros resultantes. El nombre perdido, la voluntad y el deseo devorados por potestades Sin Nombre para prestar servicio al silencio y la inmutabilidad. El paralelismo es sofocante. El espíritu doblegado por el sistema, la identidad manipulada por el marketing social y la esclavitud elegida de lo previsible y libre de cargo al servir al orden establecido. Esa era mi realidad hasta que abrí los ojos, hasta que desperté. La recompensa de encontrar la verdad no es un premio, es una carga, una gesta titánica para la costumbre. Y el miedo, el terror, de actuar en consecuencia es acuciante. La expectativa del camino que asciende escabroso a mis pies, agotadora.
Pero aprieto los dientes y los puños, respiro hondo y dejo que mi pie derecho caiga firme sobre el inicio de la cuesta polvorienta. Espero que la tierra esparcida en el impacto se asiente y vuelvo a respirar hondo mientras muevo lentamente el pie izquierdo y lo dejo colisionar un poco más adelante del derecho. No hay forma rápida de recorrer esta pendiente y seguramente no exista posibilidad alguna de alcanzar alguna vez la cima. Pero acepto el peso que implica elegir, el riesgo de la libertad de decidir sola. Quiero dejar de huir, cueste lo que cueste afrontar mis errores, defectos y cobardía. Quiero recuperar mi nombre, mis convicciones, mi verdad.